Todos hemos estado allí: sentados en clase, esperando que el profe comience su lección, cuando de repente suelta un «¡Ea, chicos, a darle caña al temario!» o un «Hoy vamos a hacer un deep dive en la historia medieval, ¿listos para el challenge?». Y ahí estoy yo, con una mezcla de risa y vergüenza ajena, preguntándome si realmente acabo de escuchar a mi profesor de 50 años usar jerga de la Generación Z.
No me malinterpretéis, aplaudo a los profesores que intentan conectar con sus alumnos y mantenerse al día con las últimas tendencias. Pero hay una línea muy fina entre ser relevante y convertirse en un meme andante. Y, lamentablemente, muchos cruzan esa línea sin darse cuenta.
Recuerdo una vez cuando mi profesor de matemáticas intentó explicar un concepto complejo usando la analogía de un «dab». Sí, un dab. Mientras movía sus brazos en un intento torpe de imitar el famoso gesto, todos nos mirábamos en silencio, preguntándonos si estábamos en una clase de matemáticas o en un mal episodio de «Black Mirror».
O aquel profesor de literatura que, en un intento de hacer que Shakespeare fuera «más accesible», decidió traducir algunos de los monólogos más famosos al «lenguaje moderno». Imagina escuchar «Ser o no ser, ese es el quid» o «Romeo, Romeo, ¿dónde te has metido, bro?». ¡Ay, William, perdónales, porque no saben lo que hacen!
Y no me olvido de los profesores que intentan incorporar las redes sociales en sus clases. «Para la tarea de hoy, quiero que todos hagáis un TikTok explicando la teoría de la relatividad». ¡Genial! Ahora no solo tengo que preocuparme por entender a Einstein, sino también por conseguir los likes y evitar que mi vídeo se vuelva viral por las razones equivocadas.
Entiendo la intención detrás de estos esfuerzos. Los profesores queréis ser vistos como accesibles, modernos y en sintonía con vuestros alumnos. Pero a veces, en vuestro intento de ser «cool», termináis siendo todo lo contrario. Y aunque proporcionáis momentos inolvidables (y material para memes), también me recordáis la importancia de ser auténticos.
Así que, queridos profesores, os ruego: antes de intentar usar la última jerga o hacer referencia a una tendencia popular, pensadlo dos veces. No hay nada de malo en ser uno mismo. Al final del día, lo que realmente importa es la pasión por enseñar y la capacidad de inspirar a los alumnos. Y eso, amigos míos, nunca pasará de moda. ¡Eso sí, si decidís hacer un TikTok, por favor, no lo compartáis en clase! 😉