En el corazón de las ciudades contemporáneas, la gentrificación no solo transforma el paisaje urbano sino también el tejido social, económico y cultural de las comunidades. Este fenómeno, tradicionalmente asociado con la renovación urbana que desplaza a los residentes de menor ingreso, encuentra un paralelismo intrigante en el ámbito de la educación de adultos. Aquí, propongo explorar cómo el «Efecto Gotham», un concepto que he acuñado, se manifiesta en este contexto educativo, reflejando una oscuridad creciente que, al igual que en las ciudades afectadas por la gentrificación, puede desencadenar lo peor de nosotros si no se gestiona adecuadamente.
El «Efecto Gotham» describe cómo un entorno, al volverse más hostil o desfavorecido, puede oscurecer el carácter de sus habitantes, potenciando la emergencia de «villanos» internos. Esta metáfora, inspirada en la icónica ciudad de los cómics, se presta para analizar la educación de adultos bajo una luz similar a la teoría de los cristales rotos, que sugiere que el desorden visible en un entorno fomenta el crimen y la antisocialidad. En el contexto educativo, el «desorden» puede interpretarse como las barreras y desafíos que enfrentan los adultos al volver al aprendizaje, desde la estigmatización hasta la falta de recursos adecuados.
La gentrificación de la educación de adultos ocurre cuando el sistema se vuelve inaccesible para aquellos que más lo necesitan, ya sea por costos elevados, por programas que no se ajustan a las realidades de los estudiantes, o por un enfoque que privilegia a los ya privilegiados. Este proceso puede dejar atrás a aquellos cuyas «ciudades interiores» ya están marcadas por el abandono y la desesperanza, exacerbando su alienación y, en algunos casos, desencadenando respuestas negativas.
Los estudiantes adultos que llegan a nuestras aulas pueden llevar consigo las sombras de sus propias «Gothams» personales: historias de fracaso, de no pertenencia, de lucha contra sistemas que parecen diseñados para excluirlos. La educación, en lugar de ser un faro de luz, puede parecer otro entorno hostil, listo para rechazarlos una vez más. La pregunta entonces es, ¿cómo combatimos este «Efecto Gotham» en la educación de adultos?
La respuesta yace en la creación de entornos de aprendizaje inclusivos, que reconozcan y valoren la diversidad de experiencias y necesidades de los estudiantes adultos. Esto implica no solo adaptar los contenidos y métodos pedagógicos para hacerlos relevantes y accesibles sino también trabajar para reparar esos «cristales rotos» a través de una cultura de apoyo, respeto y comunidad. Significa ver más allá de las «sombras» que los estudiantes pueden llevar consigo y ayudarles a encontrar su propia luz, su potencial para el crecimiento y el cambio positivo.
Combatir el «Efecto Gotham» en nuestras aulas requiere un compromiso con la justicia social y educativa, reconociendo que cada estudiante trae consigo tanto desafíos como fortalezas. Requiere de educadores dispuestos a ser aliados, a luchar contra las injusticias que sus estudiantes enfrentan y a creer en su capacidad para superar sus propias «ciudades oscuras».
En conclusión, mientras la gentrificación de la educación de adultos puede parecer un proceso inexorable, tenemos el poder de resistir y revertir el «Efecto Gotham». Al hacerlo, no solo transformamos las vidas de nuestros estudiantes sino que también contribuimos a la creación de comunidades más fuertes, resilientes y luminosas. La educación de adultos, lejos de ser un campo de batalla para villanos desencadenados, puede y debe ser un espacio de redención y esperanza.
Totalmente cierto Carlos, hemos de combatir el efecto Gotham y dar lo mejor de nosotros a los alumnos.
Vicenç