El extraño que hay en mí

Hostilidad, violencia, agresividad… el pan nuestro de cada día.

La jornada de un docente, cada vez más, contempla dentro de nuestras horas de trabajo “luz de gas”, pasivo-agresividad y maltrato por parte de nuestros alumnos.

Me llama poderosamente la atención lo interiorizado que tenemos el abuso y lo naturalizada que tenemos la conducta disruptiva; para nosotros ya es uno más en el aula.

Es ya tan habitual tolerar malas caras, desaires y formas de estar no adecuadas que lo damos por hecho.

Como sociedad, cada vez valemos menos y eso lo veo en el aula.

Me asusta pensar hacia donde vamos. Prefiero sobrevivir minuto a minuto que plantearme que pasará mañana. Me da miedo el extraño que hay en mí.

Yo, sinceramente, lo paso mal. No llevo bien ser el malvado. Y en los ultimos días he vivido demasiadas situaciones que no son de recibo y que acaban con mi energía.

Estoy cansado, desmoralizado y harto.

Eso antes no me pasaba y si llegaba a pasarme, sucedia cuando llegabamos al mes de noviembre y llevaba a cuestas una media de trecientos y pico alumnos conocidos, trabajados y puestos en funcionamiento (desde las múltiples modalidades en las que trabajo). Ahora acabamos de empezar mayo y ya necesito un respiro.

Yo creo que no es normal.

No puede ser normal aceptar el abuso.

Un aula es una oportunidad de crecimiento profesional y personal, un lugar donde deconstruirse y volver a construirse siendo otra cosa. Yo, en mi labor como docente, no soy el enemigo. Soy, simplemente, un medio para conseguir un fin.

Siempre estoy abierto al dialogo, al intercambio de ideas, a cambiar mis maneras de hacer por acomodar al alumno. Lo doy todo y, a veces (las menos, pero cada vez de manera más habitual), recibo más bien nada; y esto lo llevo fatal.

Toda mi vida he tenido el valor de la justicia muy elevado y veo que ahora la injusticia es el modus operandi. Lo anormal es lo que debe ser. Y el egoismo es la tendencia imperante.

En mi día a día como profe sobrevivo; llego a un punto en el que ya no disfruto. Siento que el docente ilusionado que era cada vez me es más ajeno. Aunque tengo tesoritos que me alegran la jornada, vivo la experiencia pensando que lo bueno pasará y que dentro de poco pueden aparecer monstruos.

Hoy he querido compartir lo que pienso y lo que siento. Más allá del eslogan fácil y la foto bonita para las redes. Esta publicación no busca una oleada de compasión ni tampoco hay que leerla en clave victimista. Simplemente es un dejar por escrito mi sentir en el día de hoy. Compartir con otros que sé que estás igual que yo y no lo decís.

¡Compañeros, no estáis solos!

Resistid… vendrán mejores tiempos. Recordad que después de la tormenta sólo quedará la calma.

Un comentario

  1. Qué importante es contar con soporte emocional, físico y social en esta época especialmente confusa.
    Gracias Carlos, como siempre das plenamente en la diana.

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