Alerta AE: El misterioso caso de la Alumna Especial
Hoy ha vuelto a pasar. Cambio de módulo y… ¡ZAS! Aparece la inevitable “AE”: Alumna Especial. Ese espécimen educativo que parece sacado de un catálogo de “Cómo arruinar una clase virtual en tres sencillos pasos”.
La historia empieza como suelen empezar estas cosas: llega tarde. Pero no solo tarde, no. Tarde y en pijama, que parece que se acaba de teletransportar desde su cama al Zoom, sin pasar por la casilla de “aseo personal” ni por la de “mínima intención de causar buena impresión”. Ahí estaba, repantingada en la cama, como si en vez de estar en un aula virtual estuviese viendo Netflix.
Durante la sesión intenté ser sutil. Lo intenté, de verdad. Hice malabares con indirectas, lancé algún que otro comentario al aire… hasta que, claro, llegó el momento en el que no pude más.
—Perdona, pero en un aula virtual no puedes estar estirada en una cama.
Y ahí, amigos, se desató la magia. Porque la AE no decepciona. Tiró del clásico as bajo la manga:
—Tú no sabes la situación que yo estoy pasando.
Y claro, llegados a ese punto, mi paciencia ya estaba en modo ahorro energético.
—No, no lo sé. Y sinceramente, ya no quiero saberlo. Quiero hacer mi trabajo, que es dar clase.
Pero esto no termina aquí. Oh, no. La AE es persistente. Como si la cama no fuese suficiente, decidió que la clase también era el momento ideal para echarse una siestecita. Literal. Se me quedó dormida. Y yo, en un intento de no perder la compostura, solté al aire:
—Por favor, intentad estar atentos y no cerrar los ojos.
Y, cómo no, volvió a saltar:
—Es que me aburro, normal que me duerma.
¡CLARO! Porque el mundo gira en torno a su aburrimiento y no a que está en un curso para ser docente. ¡Docente! Que uno pensaría que, si vienes voluntariamente a aprender a enseñar, algo de interés tendrás, ¿no?
Decidí ignorarla, que ya me conozco este tipo de perfil: si no les das atención, se apagan. Pero no. La AE no iba a rendirse tan fácil. Volvió a la carga con otro show, otro berrinche, y ahí fue cuando dije:
—Hasta aquí. Fuera de la videoconferencia.
Y ahora la pregunta del millón: ¿Mañana vendrá al presencial? ¿Se aparecerá en clase como si nada, con la misma actitud de diva incomprendida?
Lo peor de todo esto no es solo el hecho en sí, sino la reflexión que me hago cada vez que me topo con estos casos: ¿Es normal esta actitud en un adulto que viene libremente a aprender a ser docente? Porque, sinceramente, esto cada día es peor. Nos encontramos con perfiles que no solo no están preparados para aprender, sino que desgastan a quienes sí quieren hacerlo. Y ojo, que todos tenemos días malos, pero cuando la falta de respeto se convierte en la norma… algo estamos haciendo mal como sociedad.
En fin, colegas docentes, ¿os ha pasado algo así? ¿Cómo gestionáis este tipo de situaciones sin perder la fe en la humanidad (o al menos en la educación)? ¡Os leo! Porque esto no puede ser solo cosa mía, ¿verdad?
Carlos, no la podías echar del aula virtual? Yo le explico las normas, le digo que entiendo si situación, pero que hay un mínimo para realizar las clases, y que su plaza, la puede ocupar otra persona interesada, ya que el curso, lo estamos pagando tod@s y no es barato.