La #Adulescencia: cuando los adultos vuelven a clase… y al pavo

Sí, el término es inventado. Sí, es mío. Y sí, quiero que conste públicamente en este espacio para la posteridad pedagógica: #adulescencia, con tilde emocional, ironía docente y algo de amor resignado.

Porque resulta que cuando un adulto decide retomar los estudios en la Formación Profesional para el Empleo (FPE), no solo recupera competencias… también revive etapas. Y no, no hablo de nostalgia sana ni de madurez expandida.

Hablo de una mutación.

De una regresión progresiva al adolescente que llevan dentro.

Semana 1: Todos atentos, todos formales.

Me miran, toman notas, asienten. Agradecen la oportunidad, preguntan con timidez, traen subrayadores (¡subrayadores!). Yo me ilusiono. Creo que esta vez sí. Este grupo va a ser distinto. Van en serio.

Semana 3: Bienvenidos a Primero de Bachillerato

Uno empieza a cuchichear. Otro se ríe bajito con su compi. Dos llegan tarde con croissant. Y en la esquina, alguien mira el móvil en modo sigiloso-nulo.

El tono baja. Las preguntas también. Y la atención se diluye entre memes, anécdotas y excusas varias.

Lo dicho: física o química. Pero sin Úrsula Corberó.

La #Adulescencia, explicada con algo de ciencia

Este fenómeno tiene más lógica (y más base) de la que parece. Aunque la etiqueta sea tuya, la regresión conductual en contextos formativos tiene su hueco en la literatura psicológica y educativa. Veamos.

1. Zona de confort emocional

Según Carl Rogers y su enfoque centrado en la persona, el entorno seguro y no amenazante activa la apertura emocional. En otras palabras: cuando sienten que pueden relajarse, lo hacen… a niveles hormonales de los 15 años.

2. Teoría del aprendizaje experiencial (Kolb, 1984)

Aprender implica volver a experimentar, y eso incluye las emociones y mecanismos de etapas anteriores. Volver a clase no es neutro: es reabrir procesos internos que quedaron marcados en la etapa adolescente. El aula, el profesor, el grupo… disparan recuerdos, hábitos, dinámicas.

3. Plasticidad identitaria

Los adultos no tienen una identidad fija. Están en constante reformulación (Erikson ya nos lo advirtió). Al colocarse en posición de aprendices, su yo adulto se ve en jaque. ¿Y qué hacen? Tiran de lo que conocen: su yo estudiante… que suele tener granos emocionales y mucha dispersión.

Lo bueno y lo no tan bueno de la #Adulescencia

✅ LO BUENO:

• Conectan emocionalmente con el grupo.

• Se genera un ambiente distendido, incluso divertido.

• El aprendizaje social florece (a su manera).

• Aumenta la confianza… y el humor.

❌ LO NO TAN BUENO:

• El rol docente se tensiona: pasas de facilitador a domador de egos.

• Se pierde ritmo, foco y profundidad.

• Hay riesgo de banalizar contenidos.

• Y sí, el nivel de “pavo” a veces supera el de motivación real.

¿Y entonces qué hacemos?

Pues lo de siempre: surfear la ola con elegancia, humor y estrategias claras.

• Dinámicas participativas, sí… pero con límites.

• Reglas de convivencia marcadas desde el minuto uno.

• Espacios de autorreflexión (con tacto, sin psicodrama).

• Y mucho, mucho feedback constructivo… aunque a veces parezca que estás dando clase en un capítulo de Élite con treinta y tantos.

Conclusión: amor y paciencia… pero con cronómetro

La #Adulescencia es real. Es un código compartido entre quienes nos dedicamos a la FPE. No es malo, no es trágico. Pero sí es agotador si no se nombra, si no se gestiona, si no se pone en su sitio.

A fin de cuentas, estamos educando adultos que, por momentos, necesitan volver a ser adolescentes para poder reconstruirse desde ahí. Y si eso implica soportar algún meme, alguna risa fuera de lugar o alguna excusa del tipo “no hice el CV porque me robaron el WiFi”, pues se soporta.

Pero que no se diga que no lo vimos venir.

Que no se diga que no avisamos.

Y que quede para siempre: la #adulescencia existe. Y es marca registrada de la FPE.

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