Mira que me han pasado cosas en clase. He tenido alumnos que se han dormido, que han entrado en bata y zapatillas, que han traído jamones de despedida… Pero lo que me contaba hoy una compañera mientras almorzábamos supera cualquier cosa que haya escuchado.
Resulta que estaba ella, tan tranquila, dando su curso de Prevención de Riesgos Laborales (PRL), cuando una alumna se le acercó con cara de circunstancias y le soltó:
—No puedes poner juegos en clase.
Mi compañera parpadeó. Su cerebro, en ese instante, intentó hacer conexiones lógicas. ¿Un curso de PRL sin dinámicas? ¿Y ahora qué hacemos? ¿Leer el BOE en voz alta para entretenernos? Pero esperó. Porque los docentes sabemos que cuando un alumno empieza una frase así, lo que viene después puede ser una joya de lo absurdo.
—Es que soy politoxicómana rehabilitada —explicó la alumna—. Estoy en tratamiento. Y mi terapeuta me ha prohibido estar en entornos donde haya juego.
Os dejo un momento para procesarlo.
¿Ya? Vale, seguimos.
Mi compañera se quedó con la boca abierta. No por falta de empatía, ojo. Que aquí somos muy comprensivos. Pero es que hablamos de juegos didácticos, dinámicas de grupo, simulaciones para hacer el aprendizaje más llevadero. No de un casino clandestino en la sala de profesores.
Porque, por lo que parece, según la lógica de esta alumna, un Kahoot es el primer paso hacia la perdición. Un “pasapalabra” sobre riesgos laborales equivale a poner una ruleta en medio del aula. Y una dinámica de roles podría ser el equivalente pedagógico a una partida de póker en Las Vegas.
Y aquí viene lo mejor.
La alumna en cuestión… ¡estaba en un curso para ser docente!
Un curso donde, por si alguien no lo sabe, nos enseñan a hacer clases más dinámicas, a innovar, a usar metodologías activas y, sí, a introducir el juego como herramienta de aprendizaje.
¿Pero qué hacemos en estos casos? ¿Nos adaptamos hasta el absurdo? ¿Cancelamos toda actividad lúdica porque una persona, dentro de un grupo de adultos, no puede estar cerca de algo que remotamente le recuerde a su pasado? ¿Eliminamos las metáforas también? No vaya a ser que alguien que estuvo en una secta piense que cuando decimos “trabajo en equipo” en realidad estamos formando una comuna hippie.
Así estamos.
Si alguien tiene una solución, que me lo diga. Yo, de momento, voy a hacerme un bingo de excusas absurdas que me han dado los alumnos a lo largo de los años. Con cartón y todo. Que la diversión, por lo visto, es peligrosa, pero el delirio… el delirio no tiene límites.