🐉 Dragón Khan emocional + Jamón = Formación inolvidable 🐖🎢

En mis cursos veo de todo, pero lo de aquel hombre fue de otro nivel. Un alumno de mediana edad, con un sueño muy claro: ser comercial de máquinas de gimnasio. El destino, en cambio, decidió que terminara en un curso de docencia. Cosas de la vida.

El pobre estaba al límite, tomando ansiolíticos en clase como si fueran caramelos Juanola y peleándose con la informática como si cada botón del teclado fuese una trampa mortal. Para ayudarlo, le pedí a otro compañero que le echara una mano, porque aquello estaba pareciendo un episodio de “Supervivientes: Aula Digital”.

Un día, en tono de broma, le solté:

—Tío, al ritmo que te está ayudando, le vas a tener que regalar un jamón.

Risas, todo muy distendido. Fast forward unos días y… ¡Pum! Se da de baja.

Motivo oficial: No puedo con las subidas y bajadas emocionales de este curso. Vamos, que mi pedagogía con giros de guion lo había dejado más mareado que en un Dragón Khan docente. Hasta ahí, todo normal. Pero lo surrealista vino después…

Una tarde, en plena clase, se abre la puerta. Y ahí estaba él. Llorando. Portando un jamón.

—Vengo a despedirme… y a darle el jamón al compañero que me ayudó.

Yo miraba la escena con la boca abierta. Los alumnos, en silencio reverencial, como si aquello fuera un sacrificio ritual. El destinatario del jamón, entre agradecido y confundido.

¿Conclusión? No sé si el hombre consiguió vender máquinas de gimnasio, pero sí sé que dejó la docencia con un final digno de una novela de realismo mágico. Mi aula es un territorio donde lo inesperado siempre sucede.

💭 ¿Cuál ha sido el momento más surrealista que habéis vivido en clase?

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